"La naturaleza es grande en las grandes cosas, pero es grandísima en las más pequeñas" Saint-Pierre (1737-1814)

lunes, 5 de septiembre de 2016

Y este año el Valle del Jerte...entre otros!!!

Cada año nos vemos sorprendidos e indignados por decenas de incendios forestales que ocurren a lo largo y ancho de toda la geografía ibérica. Existen por supuesto incendios provocados por causas naturales, accidentes, diversas negligencias, pero casi siempre existe un componente voluntario humano que pocas veces se trata.
Al ser Extremadura nuestra tierra me quería centrar en ella. El año pasado ardieron más de 8000 has de terrenos forestales en la maravillosa Sierra de Gata, que por suerte no ha impedido que un año después la actividad y el desarrollo en la zona se haya recuperado en gran medida aunque las pérdidas medioambientales y ecológicas son incalculables y de difícil reparación a corto y medio plazo.
Este año hemos asistido a otro incendio forestal de un lugar natural emblemático donde los haya en nuestra región, me refiero a la Reserva Natural de la Garganta de los Infiernos situada en la zona norte del Valle del Jerte.
Si la mayoría de los incendios forestales SIEMPRE son provocados por el ser humano, ¿por qué no se ponen en los montes más medios humanos y técnicos para prevenir y vigilar los mismos? Es necesario aumentar el número de profesionales presentes en nuestros terrenos forestales durante el año para llevar a cabo acciones preventivas y de vigilancia (Peones especializados en la lucha contra incendios forestales y Agentes del Medio Natural). De la misma manera es necesaria una mayor cooperación con los escasos profesionales del SEPRONA de la Guardia Civil que trabajan en el monte para poder identificar y detener a los causantes de tales hechos deplorables.
Soy plenamente consciente de que en estos tiempos de crisis aumentar la oferta de empleo público de estos profesionales es difícil, pero igualmente es necesario. No puede haber un forestal, un peón o un SEPRONA vigilando cientos de kilómetros cuadrados de monte y ser eficiente en la tarea de prevención y vigilancia, ya que la mayoría de las infracciones se cometen con total impunidad en casi cualquier rincón de nuestra región.
Por otra parte, es necesario educar, concienciar y sensibilizar a la sociedad en todos los ámbitos de la vida, y como último punto comentar que las penas por cometer delitos medioambientales son en muchos casos irrisorias, nada ejemplarizantes a pesar del endurecimiento del Código Penal.
Esperemos que este escrito sirva para reflexionar y que al año que viene no tengamos que hablar de incendios provocados por el motivo que sea en alguna de las joyas de la corona de la naturaleza extremeña.
Javier Alameda Lozano

martes, 10 de mayo de 2016

Tristeza

Debo de admitir entristecido algunos acontecimientos que han ocurrido en las últimas semanas y que tienen que ver con el escaso o nulo civismo y respeto de algunas personas. Hemos contemplado impasibles como un grupo de personas increpaban, agredían y coaccionaban a dos mujeres por el simple hecho de grabar o intentar grabar unas imágenes de los Correbous en un municipio tarraconense de cuyo nombre no quiero acordarme. Ellas antitaurinas, en contra del maltrato animal, y ellos defensores de su “tradición” alentando a las masas y entre aplausos increpando a las dos mujeres. Muy valientes. 
Por otra parte en el municipio de Barrado en el solemne Valle del Jerte, se han encontrado dos grandes robles envenenados (uno de ellos considerado árbol singular y por tanto protegido) por algún vándalo de la zona con motivaciones desconocidas de momento pero con ningún sentido respetuoso para con los bienes naturales que tanto y tanto nos dan en nuestra región. La reflexión es clara: seguimos matando animales y haciéndoles sufrir con vistas a la diversión de algún@s y amparándose en la tradición y para quién no lo entienda le puede pasar lo mismo que a las dos muchachas en su intención de denunciar tales hechos, o decidimos acabar con árboles protegidos que tardaron en alcanzar ese grado de majestuosidad al cabo de muchos siglos. 
La pregunta a los lectores es igualmente clara, corta y concisa, ¿en qué siglo nos encontramos, el siglo XIII o el siglo XXI?
Respóndanse ustedes mismo.
Javier Alameda Lozano