La
Comunidad Autónoma de Extremadura representa una de las zonas menos
industrializadas y más naturales que todavía se conservan en el occidente
europeo, con grandes áreas de aguas interiores, montes y zonas protegidas por
distintas normativas (desde nivel regional hasta nivel europeo). No olvidemos
que entre sus tierras encontramos gran número de especies ibéricas de animales
y plantas que se encuentran en peligro de extinción o que son vulnerables a la
alteración de sus hábitats. Por otra parte el gran tamaño de la región y su
dispersión poblacional hace que existan auténticos lugares de encanto en donde
la naturaleza es la clara protagonista. Pues bien todo este patrimonio natural,
puede estar en peligro a medio y largo plazo si fomentamos un desarrollo de la
región desequilibrado. Hagamos un poco de historia.
A
Extremadura, debido a su retraso histórico en relación con el resto del Estado,
durante todo el s. XX se le concedió una serie de infraestructuras de
desarrollo y de industrialización con el fin de sacar a la región de ese
retraso, favorecer el empleo y fomentar la salida de la dependencia que se
tenía del campo (durante gran parte del s. XX la inmensa mayoría de la
población extremeña vivía del sector primario, porcentaje que a día de hoy
sigue siendo elevado en comparación con la media nacional del sector).
Se
construyeron embalses por toda la cuenca del río Tajo y Guadiana que son los
ríos que vertebran la región, de hecho casi todo el río Tajo desde que entra en
Extremadura hasta que sale por Portugal se encuentra embalsado. Estos embalses
llevaron consigo la creación de pueblos nuevos en zonas de regadío fértiles. Se
construyeron y modernizaron las vías de comunicación terrestres, aún así hay
pueblos y parajes de difícil acceso todavía por el norte cacereño. Hasta este
momento son obras que eran necesarias para que Extremadura diera un fuerte
impulso a su desarrollo.
OJO…la
intervención por parte del hombre en la naturaleza extremeña ha existido y
existe en la gran mayoría de su territorio gracias a la coexistencia de las
dehesas, ese ecosistema agrosilvopastoril del que viven muchas familias y
personas, que compatibiliza el aprovechamiento del monte por el Homo sapiens con la conservación del
entorno.
En
ese proceso de impulso desmesurado del desarrollo a una región cuyo valor más
importante es el medio natural y cultural que alberga, se creó por una parte
una Central Nuclear (en el municipio cacereño de Almaraz) y relativamente cerca
de una de las joyas de la corona de la naturaleza extremeña (el Parque Nacional
de Monfragüe), y por otra parte grandes industrias como la Siderúrgica Balboa
en el pueblo de Jerez de los Caballeros o la Cementera Balboa entre los
municipios de Alconera y Burguillos del Cerro, ambas en la provincia de
Badajoz. Estas industrias evidentemente presentan un problema de impacto visual
importante, y a día de hoy han cerrado o están viviendo situaciones muy
críticas debido a la grave crisis en la que estamos inmersos.
La
gente puede pensar que ¿por qué no van a tener derecho a tener este tipo de
infraestructuras en la región?, y la respuesta es simple, porque no pintan nada
en una región como la extremeña. Esto no quiere decir que no lleguen los mismos
bienes y servicios que a las otras comunidades (todo el mundo tiene internet,
whatssap, redes sociales, ropa de marca, equipos informáticos, coches potentes,
etc.), sino que el desarrollo de la región tiene que ir compaginado con la
conservación de la naturaleza (que por otra parte ofrece anualmente a las arcas
de Extremadura un dinero nada despreciable).
Siguiendo
con el despropósito en la región hace años se intentó establecer una Refinería
de Petróleo, como lo oyes, en los alrededores del municipio pacense de Los
Santos de Maimona, con todo lo que deriva el tener que construir un gasoducto
que trajera dicha materia prima atravesando las comunidades autónomas de Andalucía
y Extremadura para llegar hasta dicho lugar. Lo grave de todo es que en los
límites del Parque Nacional de Doñana (Huelva) se encontraba el puerto en donde
se recogería la materia prima procedente de países africanos. ¡Pensad en el
despropósito de proyecto!, al final se analizó la situación con cordura en el
Ministerio de Medio Ambiente de la época (en cada legislación dicho ministerio
cambia de nombre) y se rechazó la puesta en práctica de tal proyecto. La gente
de la zona más concreta pensaba que crearían puestos de trabajo, y evidentemente
así es, no va a funcionar sola la refinería, pero las preguntas que habría que
hacerse son si ¿todo vale? y ¿a costa de qué se pretendía construir un
mastodonte de este tipo en una región como la nuestra?
Seguimos
con más despropósitos de gente iluminada en Extremadura. Hace unos días ha
salido el asunto del complejo “Isla Valdecañas” localizado a orillas del
Embalse cacereño de Valdecañas. Suponía un complejo turístico como cualquiera
de los que hay en plena línea de playa con urbanizaciones, campos de golf,
pistas de padel y un lujo para quién se lo pudiera permitir. Lo grave de todo
es que este proyecto se ha llevado a cabo en una zona protegida a nivel
europeo, ya que es una Zona de Especial Protección para las Aves (ZEPA). Pues
bien todos los tribunales de justicia le han dado la razón a los
conservacionistas e incluso desde la Unión Europea, pero está claro que los
partidos políticos y las instituciones extremeñas apostaron por tal proyecto en
el que se han invertido decenas de millones de euros, y ahora deben de
destruirlo y restablecer la zona a la situación anterior (algo que por otra
parte es casi imposible).
Para
acabar, hace también pocos días se aprobó el Plan Rector de Uso y Gestión (PRUG)
del Parque Nacional de Monfragüe como su instrumento de planificación y
gestión. En tal documento se da luz verde a permitir el fomento de la llegada
de turistas de naturaleza (con la esperanza de superar los 300000 visitantes
del último año) con lo que ello supone de presión antrópica para los
ecosistemas del lugar; se permite el uso público relacionado con excursiones,
guías motorizadas y bicicleta por senderos del parque y lo más grave la
posibilidad de navegación en determinadas zonas del interior con fines
interpretativos. También apuestan fuertemente por la implicación de los
lugareños en su conservación y aprovechamiento, así como medidas de gestión
cinegética en cuanto la población de ungulados sea demasiado elevada.
Como
reflexión personal, para ir acabando, es necesario una buena gestión de la
naturaleza y el medio ambiente tan diverso y rico que tiene Extremadura,
fomentando la participación social de los ciudadanos, fomentando la educación
ambiental desde las escuelas e institutos, y no anteponiendo el desarrollo y la
economía “de aquí vale todo” a la conservación natural que junto a la riqueza
cultural y monumental, hacen de esta región un lugar adecuado para
desarrollarse como persona sin perder esa relación íntima y de conexión con
nuestra madre naturaleza.
Javier
Alameda Lozano