Hace poco se ha conocido de un estudio en la prestigiosa revista científica Science, que nos encontramos actualmente ante la sexta extinción masiva de animales, consecuencia como no podía ser de otra manera de la actividad humana.
Los que provenimos de una cultura científica universitaria basada en el análisis de los datos existentes, la observación racional de los hechos y el sostenimiento de una actitud crítica, ya conocíamos estas informaciones preocupantes.
No es ninguna sorpresa, por tanto, afirmar que la actividad humana desde el siglo XIX y su vertiginoso desarrollo ha provocado la destrucción de ecosistemas, la desertización y desertificación, la contaminación atmosférica y acuática, la pérdida de biodiversidad desde el punto de vista más ambiental. Pero también ese mismo desarrollo desigual e interesado de las regiones y sus gentes han llevado a la existencia de numerosos conflictos que han provocado la muerte de millones de seres humanos en este tiempo.
Es cierto, que con el nivel de consumismo que vivimos en la actualidad y sabiendo que somos unos cuantos de miles de millones de seres humanos, nuestro planeta se encuentra en peligro, tiene un límite de sostenibilidad (lo que en ecología llamamos capacidad de carga del ambiente).
No solo es la sexta extinción de los animales, incluidos nosotros que nos matamos a nosotros mismos, también de las plantas, hongos y del resto de organismos poco conocidos, pero increíblemente importantes para el desarrollo de la vida en la Tierra.
Todavía se está a tiempo de corregir el desaguisado que el Homo desastrosus, como me gusta a mi mencionar al Homo sapiens, ha provocado. Lo primero y más importante es crear conciencia global de la importancia que tiene el medio ambiente para nosotros, y si uno mismo adquiere esa conciencia de conservación, respeto y sostenibilidad a todo y a todos y todas, posteriormente el resto de medidas y políticas se orientarán más fácilmente hacia ese paradigma de convivencia en un entorno saludable.
De todas formas, la sexta extinción no provocará la desaparición de infinidad de seres vivos tan importantes y creadores de vida como serían las bacterias. La vida seguiría su curso.
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